El Stencil, mensajes de resistencia
Stencil, mensajes de resistencia
A LA PARED
Como se ha dicho muchas veces, las paredes escuchan. Y también pueden expresarse. Insinuar o gritar todo eso que escuchan.
¿El stencil? Es un graffiti hecho con una plancha perforada y pintura en aerosol, estampado sobre diferentes superficies; una técnica antigua y relativamente barata. Podríamos definirlo así, pero nos quedamos cortos.
Resulta que hace tiempo que existen comunidades stencil, galerías stencil, editoriales stencil, páginas web de stencils. El stencil o estarcido excede a la mera técnica: escapa por las ciudades de todo el mundo, su escenario. Se interna por ellas, se instala en sus paredes. Recolecta sus ecos, sus movimientos, se apropia de su música, sus colores, sus conflictos, sus relaciones de poder, y los reproduce: vuelve a estamparlos en las paredes, para comunicárselos a la propia ciudad que los atestigua, cuyo paisaje, así, se reconfigura permanentemente. Reescrituras de lo social que provocan relecturas, y viceversa.
Es que el stencil es una verdadera forma de arte callejero, de arte social. Según los expertos, reúne las estéticas punk y hardcore con en el land-art de las décadas del ‘50 y el ’60 (un estilo de intervención urbana que estuvo de moda en Europa). Si bien se utilizó desde los ’30 con fines políticos, indudablemente existe un revival del stencil como “la” técnica del arte social en boga. Este nuevo graffiti crece, imparable. Será porque es barato y efectivo. Será por sus cualidades estéticas. Será porque se estampa rápidamente, antes de que llegue la Policía. Será porque permite jugar con los discursos que circulan en la ciudad. Convocarlos a lo estético (forma, color), combinarlos para transgredir y transformar continuamente la dinámica ciudadana.
De espíritu satírico, crítico, contestatario, a veces melancólico, los stencils invitan a la reflexión. Evocan deseos políticos, sociales, interpelan al arte, plantean reivindicaciones de género, acudiendo a juegos de palabras, parasitando el discurso de la publicidad, los rasgos de la cultura televisiva y del mundo audiovisual en general (parece advertirse un eco del zapping en ese bombardeo de dibujitos breves, concisos, superpuestos en la pantalla-pared, que nos asaltan la mirada como flashes, fragmentos. Una puesta en escena evidentemente televisiva). También cuenta internet: la fiebre stencil explotó en la web en los últimos años (muchos de los motivos que ya son un clásico del género salieron de internet).
En fin, un cruce de consumos culturales que es una forma viva, que es pura posiblidad.
Así, esta cada vez más difundida práctica social se ha vuelto el núcleo para la conformación de grupos de estampadores callejeros. El Buenos Aires Stencil y el Burzaco Stencil son algunos ejemplos de este tipo de colectivos. En Capital Federal hay verdaderas brigadas constituidas para salir a hacer pintadas callejeras de manera organizada. En La Plata, en cambio, predominan autores adolescentes sin anclaje en un colectivo organizado, pero con una fuerte identidad punk, pop o hardcore. Lo cierto es que el brote supera toda expectativa: la renovación de los estampados en ciudades como Mar del Plata, La Plata y Capital Federal y algunos barrios del Conurbano, se da en cosa de semanas o días.
A la vez, el stencil fue ganando espacio en el mundo de la educación y la investigación. No sólo se lo enseña en los talleres de arte impreso y grabado de colegios y facultades (por ejemplo, en la facultad de Bellas Artes de la universidad de La Plata se promueve su práctica y se lo estudia), sino que ya es un objeto de estudio para especialistas en arte y comunicación visual, paisajismo urbano, etc. De hecho, publicaron trabajos que apuntan a su descripción, tales como Hasta la Victoria Stencil (de Guido Indij en La Marca Editora) y Contra La Pared: sobre graffitis, pintadas y otras intervenciones urbanas (libros del Rojas 2004).
¿El stencil? Es un graffiti hecho con una plancha perforada y pintura en aerosol, estampado sobre diferentes superficies; una técnica antigua y relativamente barata. Podríamos definirlo así, pero nos quedamos cortos.
Resulta que hace tiempo que existen comunidades stencil, galerías stencil, editoriales stencil, páginas web de stencils. El stencil o estarcido excede a la mera técnica: escapa por las ciudades de todo el mundo, su escenario. Se interna por ellas, se instala en sus paredes. Recolecta sus ecos, sus movimientos, se apropia de su música, sus colores, sus conflictos, sus relaciones de poder, y los reproduce: vuelve a estamparlos en las paredes, para comunicárselos a la propia ciudad que los atestigua, cuyo paisaje, así, se reconfigura permanentemente. Reescrituras de lo social que provocan relecturas, y viceversa.
Es que el stencil es una verdadera forma de arte callejero, de arte social. Según los expertos, reúne las estéticas punk y hardcore con en el land-art de las décadas del ‘50 y el ’60 (un estilo de intervención urbana que estuvo de moda en Europa). Si bien se utilizó desde los ’30 con fines políticos, indudablemente existe un revival del stencil como “la” técnica del arte social en boga. Este nuevo graffiti crece, imparable. Será porque es barato y efectivo. Será por sus cualidades estéticas. Será porque se estampa rápidamente, antes de que llegue la Policía. Será porque permite jugar con los discursos que circulan en la ciudad. Convocarlos a lo estético (forma, color), combinarlos para transgredir y transformar continuamente la dinámica ciudadana.
De espíritu satírico, crítico, contestatario, a veces melancólico, los stencils invitan a la reflexión. Evocan deseos políticos, sociales, interpelan al arte, plantean reivindicaciones de género, acudiendo a juegos de palabras, parasitando el discurso de la publicidad, los rasgos de la cultura televisiva y del mundo audiovisual en general (parece advertirse un eco del zapping en ese bombardeo de dibujitos breves, concisos, superpuestos en la pantalla-pared, que nos asaltan la mirada como flashes, fragmentos. Una puesta en escena evidentemente televisiva). También cuenta internet: la fiebre stencil explotó en la web en los últimos años (muchos de los motivos que ya son un clásico del género salieron de internet).
En fin, un cruce de consumos culturales que es una forma viva, que es pura posiblidad.
Así, esta cada vez más difundida práctica social se ha vuelto el núcleo para la conformación de grupos de estampadores callejeros. El Buenos Aires Stencil y el Burzaco Stencil son algunos ejemplos de este tipo de colectivos. En Capital Federal hay verdaderas brigadas constituidas para salir a hacer pintadas callejeras de manera organizada. En La Plata, en cambio, predominan autores adolescentes sin anclaje en un colectivo organizado, pero con una fuerte identidad punk, pop o hardcore. Lo cierto es que el brote supera toda expectativa: la renovación de los estampados en ciudades como Mar del Plata, La Plata y Capital Federal y algunos barrios del Conurbano, se da en cosa de semanas o días.
A la vez, el stencil fue ganando espacio en el mundo de la educación y la investigación. No sólo se lo enseña en los talleres de arte impreso y grabado de colegios y facultades (por ejemplo, en la facultad de Bellas Artes de la universidad de La Plata se promueve su práctica y se lo estudia), sino que ya es un objeto de estudio para especialistas en arte y comunicación visual, paisajismo urbano, etc. De hecho, publicaron trabajos que apuntan a su descripción, tales como Hasta la Victoria Stencil (de Guido Indij en La Marca Editora) y Contra La Pared: sobre graffitis, pintadas y otras intervenciones urbanas (libros del Rojas 2004).
Aparte de estos clásicos, lo que se está magnificando de forma interesante en los últimos tiempos es el uso político de la herramienta estética.
El stencil editorializa sobre lo más reciente. El arte actúa para que la memoria no se escurra en las ciudades. El poder de la imagen para determinar qué recordaremos es insuperable. Por eso, estamos ante una herramienta para la producción de sentidos contra hegemónicos, para la expresión de una subjetividad alternativa.
Radiografía de época
El stencil, además de lo que dice, dice: sincretismo político, estético, cultural; apropiación del espacio urbano; pensamiento visual. Una forma viva que se lee como complejidad y pugna, como revoltura social. Un lenguaje urgente con el cual nombrar la experiencia. Un barullo impreso que hiere el silencio del discurso único.
Dicen que para algunos, dejarse sorprender por los nuevos stencil mientras transitan el paisaje urbano (dialéctica entre la arquitectura y su gente) se ha vuelto una especie de pasatiempo o adicción. Y una forma de palpar la sensibilidad de época. Las paredes blancas no dicen nada.
Dicen que para algunos, dejarse sorprender por los nuevos stencil mientras transitan el paisaje urbano (dialéctica entre la arquitectura y su gente) se ha vuelto una especie de pasatiempo o adicción. Y una forma de palpar la sensibilidad de época. Las paredes blancas no dicen nada.
Trabajos de clase
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